hace unos tres años la ballena siciliana enganchó la paranoia de que su marido la estaba cuerneando. la muy tarada, en lugar de preguntárselo directamente, decidió que lo mejor era contratar a un detective sin antes despertar sospechas. sinceramente, creo que a ella no le importaba un carajo el asunto de los cuernos pero le molestaba a lo grande no poder echar una bronca justificada de vez en cuando; estaba buscando a gritos sentirse despechada y darle algo de caña a su existencia.
el marido de mi hermana había heredado un piso en el borne hacía unos años. el sitio no era gran cosa pero lo arreglaron con un poco de pasta y decidieron alquilarlo. la historia es que el piso nunca estuvo en alquiler. el notas metía dinero cada mes en la cuenta común y siempre que podía se escapaba a su agujero, a pasar las tardes. nada del otro mundo, leía, tocaba su trompeta, escuchaba música y poco más. por aquella época lo hacía muy a menudo, y de ahí los recelos de la ballena. eso es lo que averiguó el detective, ni más ni menos. ante la insistencia de mi hermana en la búsqueda de algo más sórdido, al cabo de tres semanas, el detective le trajo una foto del pobre tío cascándose una paja con una peli porno.
cualquiera pensaría que después de aquello micaela entonaría un meaculpa en silencio y daría por concluida su paranoia. sin embargo, la muy guarra le armó un pollo del cagarse por ir por ahí haciéndose pajas y le gritó que él había roto su confianza y que ya nunca jamás podría volver a contar con él. yo lo escuché y lo ví todo (incluida la foto de la paja) porque estaba acoplada en su casa, pasando una temporada. al principio, me mosqueé un taco con ella, pensé que era lo más gusano del universo y la maldije mentalmente unas mil veces. pero luego, cuando él se tragó toda aquella mierda sin rechistar, pensé que se merecían el uno al otro para siempre. menudo par de gilipollas.
bah, el caso es que, después de aquello, el detective se hizo un cliente habitual del restaurante de micaela, y ella le da bola, por si las moscas. nunca se sabe cuando puede hacerte falta un detective. yo, ese lunes, necesitaba uno.
lo que yo quería sacar de mi entrevista con pau el cazapajilleros era una especie de cursillo intensivo de cómo, en dos patadas, se encuentra a alguien de quien no sabes nada. lo único que conseguí fueron dos nombres. el notas se me pone misterioso, no me suelta prenda interesante y, en cambio, me tortura con un discurso del puto sindicato de detectives sobre lo mal que está que vengamos los de fuera a levantarles el trabajo. me estás matando de aburrimiento, pau. como sé que micaela le pone a saco acabo diciéndole que es un asunto muy importante para ella y le saco el nombre de un detective parisino (que espero de corazón que no sea del mismo puto sindicato) y de uno de la pasma, los dos amigos suyos.
miércoles, junio 14, 2006
aquella información no valía ni de lejos el coñazo que tuve que aguantar.
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