martes, junio 20, 2006

el teléfono suena y es denise. pregunta por mí y se pone seria cuando le digo que soy yo. me dice: tengo que hablar contigo, dani. contesto que claro, intentando parecer de lo más enrollado pero me doy cuenta de que algo está yendo como el culo. quedamos en su casa, a las cinco, para algunos la hora del té, para mí la hora de los duelos.

la encuentro tirada en su sillón, todo lo larga que es, con una cara de mala hostia que la flipas. pienso: como sepa kunfú la has cagado, dani maggio, por lista, que eres muy lista , pero sólo me saluda con un gruñido y apenas se mueve. mejor así, me siento a distancia y le pregunto que qué le pasa.

- ¿por qué me buscas, dani?
- ¿cómo dices?
- que ¿por qué has estado buscándome? que ¿qué hacías en mi portal el día que llegué con las cajas?
- ¿qué te pasa, denise? ¿de qué estás hablando?
- me pasa que el otro día mi vecina me contó que estuvo hablando con una chica extranjera que preguntaba por mí. ¿sabes? la chica era igualita que tú, con tu sonrisa de buen rollo y tu pinta de me da igual lo que me pase, con un francés suave, como el que hablan los italianos, y unos ojitos azules como los tuyos...
- denise, yo...
- no, espera, porque cuando me dijo eso no pensé ni por un momento en tí. pensé: bueno, sería alguien que quería alquilar el apartamento. y el caso es que lo olvidé.
- denise, no sé de qué me estás hablando.
- sí que lo sabes, dani. eres una jodida mentirosa y sabes perfectamente de qué te estoy hablando. a ver, ¿cual es la probabilidad de encontrarme dos veces en un mes con una persona a la que no había visto en 20 años? ¿tú lo sabes, dani?
- valerie...
- voilà, ahora empezamos a entendernos, la puta cabrona de valerie bailly...
- sí, a mí tampoco me gustó nada la tía...
- cierra la boca, mentirosa, cierra l a p u t a b o c a.

vale, me estoy mareando y llevo todas las de perder en el duelo de esta tarde. no soporto que me griten y le voy a soplar una hostia a esta tía de un momento a otro, así es que me levanto y me pongo a hacer una infusión. no pienso en lo que hago, sólo me levanto, me meto en la cocina y hago una infusión. todavía no sé si es para mí, para ella o para tener agua hirviendo a mano en caso de sepa kunfú.

cuando salgo está más calmada. en realidad, está ausente mirando hacia el techo. me siento a su lado y le paso la taza. entonces es cuando le explico, con mis adornos, lo que hago en parís, y le cuento la historia de duncan thomas. al principio no parece escucharme y se le están saltando las lágrimas. voy a ir al infierno de cabeza por esto, me condenarán a escuchar la tuna por toda la eternidad. poco a poco, denise se va incorporando y empieza a mostrar algo de interés. le cuento la historia de como duncan conoció a su abuela con todos los detalles que yo recibí y ella abre los ojos sin decir una palabra.

- ¿es eso cierto?
- creo que sí.
- ¿mi abuelo es ese tal duncan thomas?
- por la fechas parece que sí, yo no puedo jurarte nada pero...
- esto es lo más raro que me ha pasado en la vida, ¿sabes?
- sí, me lo imagino. oye, escúchame, lo siento, lo siento.
- no importa, ya no importa nada. iré contigo a amsterdam.

perdóname.