desde que tenía 11 años soñaba que conducía. en la vida despierta conocía los movimientos, sabía el nombre de los pedales, controlaba los pasos a seguir pero no era lo mismo. en los sueños, lo hacía, sin haberlo hecho en realidad nunca. cuando mi abuela chiara me subió por primera vez en su furgona, con ánimo de enseñarme, yo le solté: ya sé como va esto, no hace falta que me cuentes lo de los pedales. la sensisibilidad de cada coche, las señales, son otra cosa, eso tuve que aprenderlo despierta. pero todo lo demás sabía hacerlo desde que pude soñarlo.
la comprobación de aquello formó un peligroso aspecto de mi personalidad que consiste en un infinito optimismo, derivado de mis experiencias oníricas, en mi posibilidades reales de hacer algo que, sin embargo, no he hecho nunca antes. no he aprendido demasiado de esta vida pero, en ocasiones, recuerdo bien como soy.
a las 4 de la tarde jerome estaba llamando como un maníaco y yo acababa de llegar a amsterdam. no podía cogerle el teléfono porque sabía la que me iba a caer y tampoco podía apagarlo porque esperaba una llamada de duncan thomas que me confirmara el ingreso de mi pasta en el banco. así es que me estaba cabreando a saco con el móvil vibrando y denise marin comiéndose las uñas frente a mi. ¿por qué no sigues mordiendo, por los dedos y luego los brazos, hasta conseguir desaparecer ?
la historia es que denise me había pedido, con todas las lágrimas del mundo en sus ojos, que no la dejara sola hasta que llegara duncan. a mi no me apetecía una mierda ver al viejo pero me pareció que era lo menos que podía hacer por ella. el plan era recibir la pasta, comprobar que la pasta estaba en el banco, llevar a denise a café restaurant amsterdam, y pirarme en cuanto duncan asomara un pelo. cuando ahora pienso en mi eleborado plan, me da la risa, menuda huida de cojones me tenía calculada. soy una tullida mental.
estamos en el cafe restaurant amsterdam tomando agua embotellada por valor de un riñón, cuando veo aparecer al hijo de duncan, jeffrey elquelacagaalajedrez. viene hacia nosotras como si acabara de echar el mejor polvo de su vida y parece un poco más viejo y menos imbécil que la primera vez que lo ví. en realidad, no parece nada tonto. estamos cerca de la puerta y la cristalera que tenemos en frente debe tener unos 10 centímetros de grosor así es que estoy optando por huir por la salida convencional. seguro que me envenenan otra vez. al llegar a nuestra altura jeffrey me dice: hola dani, me alegro mucho de verte de nuevo. y girándose hacia denise suelta: emmy, cariño, tienes un pelo horrible .
lo del pelo horrible cae sobre mi cabeza a cámara muy lenta de modo que tengo tiempo de reaccionar: echo mi silla hacia atrás impulsándome con los pies sobre la mesa. la mesa sale disparada hacia a estos dos y yo me marco un zigzag de espaldas que me deja justo al lado de la puerta. si corro lo bastante hasta llegar al coche, estoy salvada. y eso es lo que hago, correr como el rayo, saltando por encima de las cabezas de los niños, esquivando a la gente como un gato. sólo tengo el coche en mi mente, y ya casi estoy llegando.
el único problema, lo único que falla, es que me doy cuenta de que no puedo hacerlo. puedo imaginarlo, en mis sueños lo he hecho mil veces, fliparías con los saltos que doy cuando duermo. el problema, el único problema es que, en este preciso momento, sentada en una pijada de sitio del centro de amsterdam, sé que si echo hacia atrás la silla, apoyándome en la mesa que tengo delante, lo más que conseguiré será abrirme la cabeza y hacer el capullo más que en toda mi vida. estoy jodida, y sólo se me ocurre encender un cigarrillo.
la comprobación de aquello formó un peligroso aspecto de mi personalidad que consiste en un infinito optimismo, derivado de mis experiencias oníricas, en mi posibilidades reales de hacer algo que, sin embargo, no he hecho nunca antes. no he aprendido demasiado de esta vida pero, en ocasiones, recuerdo bien como soy.
a las 4 de la tarde jerome estaba llamando como un maníaco y yo acababa de llegar a amsterdam. no podía cogerle el teléfono porque sabía la que me iba a caer y tampoco podía apagarlo porque esperaba una llamada de duncan thomas que me confirmara el ingreso de mi pasta en el banco. así es que me estaba cabreando a saco con el móvil vibrando y denise marin comiéndose las uñas frente a mi. ¿por qué no sigues mordiendo, por los dedos y luego los brazos, hasta conseguir desaparecer ?
la historia es que denise me había pedido, con todas las lágrimas del mundo en sus ojos, que no la dejara sola hasta que llegara duncan. a mi no me apetecía una mierda ver al viejo pero me pareció que era lo menos que podía hacer por ella. el plan era recibir la pasta, comprobar que la pasta estaba en el banco, llevar a denise a café restaurant amsterdam, y pirarme en cuanto duncan asomara un pelo. cuando ahora pienso en mi eleborado plan, me da la risa, menuda huida de cojones me tenía calculada. soy una tullida mental.
estamos en el cafe restaurant amsterdam tomando agua embotellada por valor de un riñón, cuando veo aparecer al hijo de duncan, jeffrey elquelacagaalajedrez. viene hacia nosotras como si acabara de echar el mejor polvo de su vida y parece un poco más viejo y menos imbécil que la primera vez que lo ví. en realidad, no parece nada tonto. estamos cerca de la puerta y la cristalera que tenemos en frente debe tener unos 10 centímetros de grosor así es que estoy optando por huir por la salida convencional. seguro que me envenenan otra vez. al llegar a nuestra altura jeffrey me dice: hola dani, me alegro mucho de verte de nuevo. y girándose hacia denise suelta: emmy, cariño, tienes un pelo horrible .
lo del pelo horrible cae sobre mi cabeza a cámara muy lenta de modo que tengo tiempo de reaccionar: echo mi silla hacia atrás impulsándome con los pies sobre la mesa. la mesa sale disparada hacia a estos dos y yo me marco un zigzag de espaldas que me deja justo al lado de la puerta. si corro lo bastante hasta llegar al coche, estoy salvada. y eso es lo que hago, correr como el rayo, saltando por encima de las cabezas de los niños, esquivando a la gente como un gato. sólo tengo el coche en mi mente, y ya casi estoy llegando.
el único problema, lo único que falla, es que me doy cuenta de que no puedo hacerlo. puedo imaginarlo, en mis sueños lo he hecho mil veces, fliparías con los saltos que doy cuando duermo. el problema, el único problema es que, en este preciso momento, sentada en una pijada de sitio del centro de amsterdam, sé que si echo hacia atrás la silla, apoyándome en la mesa que tengo delante, lo más que conseguiré será abrirme la cabeza y hacer el capullo más que en toda mi vida. estoy jodida, y sólo se me ocurre encender un cigarrillo.
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