jueves, octubre 25, 2007

julieta me ha regalado un vestido negro de tirantes para la cena. mi madre me ha regalado un abrigo gris con capucha y botones grandes cerrando el cuello. es muy caro todo. me dice mi madre que, como no me ve nunca, quiere hacerme regalos y que si me deja sola iré en vaqueros a la cena de mi hermana. mi madre preferiría cortarme una pierna y dejarme en urgencias que verme con vaqueros en la cena de mi hermana. así las cosas.
visiones (madrid, octubre 2007)
el vestido negro tiene un escote como para montar una carpa dance con la tela que se ahorraron, así es que en cuanto llego al piso de la calle barquillo, mi padre me abrocha los botones del abrigo.

- ¿qué haces, papá?
- no quiero que te resfríes. el otoño es pérfido, cara.
- ya, ya. qué viejo estás hecho...
- ¿qué tal ayer con tu primo jacobo?
- bien. todo bien con mi primo.
jacobo cruz, mi primo, el que tocaba en mis rodillas con los nudillos antes de abrirme los muslos.
- ¿cómo le va?
- le va estupendamente pero, ya sabes como es, siempre le podría ir mejor.
- de ese tipo, sí. hacía mucho que no lo veías, ¿cómo lo encontraste?
- igual que lo recordaba.
- eso está bien, hay que tener la familia cerca.
- eso digo yo siempre.
jacobo cruz, mi primo, pérfido como el otoño.
la cena de mi hermana viene a cuento de ciertos cambios en la estructura de la orquesta nacional. aires frescos, lo llaman ellos. entre otros cambios, mi hermana pasa a ser primer violín. mi madre se mueve por el círculo de bellas artes como a dos metros del suelo y le suelta al primero que quiera oirla el ascenso de su hija, a la que señala como una maníaca. estoy pasando tanta vergüenza que me dan ganas de meterme las copas enteras en la boca y morirme desangrada ahí mismo. cuando sus oyentes desesperados miran alrededor en busca de alguien que los rescate, mi madre ataca de nuevo con el cuento de que yo soy matemática. me anima a que divida de cabeza dos millones cuatrocientos treinta y siete entre cincuenta y dos. le digo que está loca, se lo digo de todo corazón, y sonrío al desgraciado de turno. empiezo a estar mucho más allá de los límites de mi paciencia y le digo: mamá, a ver si puede ser que te enteres de que lo que yo soy es espía, y no matemática. pero no me hace ni puto caso, la pobre.
julieta se mueve entre la gente y saluda al tío del chelo, al de la trompeta, al director y a todo cristo. momo está en un rincón haciendo migas con los del catering a base de tener la elegancia de cogerles una copa siempre que se la ofrecen. se te llevan los demonios, my friend.
- ¿qué te pasa, tronco?
- me pasa tu hermana.
- no se puede ser siempre el número uno, cariño.
- y eso, ¿por qué?
- porque la vida es así de puta.
- así de puta es tu hermana.
- hazme el favor de dejar de beber, si no quieres que te clave el tacón en el ojo.
- es que no tengo nada mejor que hacer.
- te lo digo sólo una vez, momo, te lo advierto.
- contigo no se puede hablar, dani.
- ¿a qué viene eso?
- tú crees que todo se puede explicar, que todo es comprensible. crees que no es posible enfandarse sin razón.
- no tienes ni puta idea de mí y, además, no estás bien del sistema nervioso. estás advertido, no se te ocurra...
un vistazo rápido a la sala, llena de trajes que no entiendo, unos ojos casi transparentes que conozco: ewan me mira desde la diagonal del salón, con su sonrisa rígida de cabrón inglés. se me da la vuelta el cerebro y siento el calor por todos los sistemas. esto no está pasando, así es que me giro y vuelvo a mirar a momo, encogido en su silla.
- perdona, me decías...
- estás enferma, tía.

2 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Muy bueno el diálogo, d.m, tienes un oído cojonudo

12:58 p. m.  
Blogger dani maggio said...

me sonrojas, queridísimo.
gracias y besos mil

1:08 p. m.  

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