llevo la sudadera negra con la capucha puesta y una mochila vieja llena de libros colgada a la espalda. en la ipod suenan the roots y mi cabeza está llena de campos de galois. los campos de galois no tienen flores, sólo números. es por eso que me gustan tanto. la calle está desierta, abandonada, así es que es mía y soy feliz.

immobile

al torcer una esquina me cruzo con cuatro tíos. deben tener ventipocos años y he visto las iniciales ysl en todas sus camisas. van borrachos y se ríen al pasar por mi lado. diez pasos más adelante uno comienza a gritarme. grita : pobre, hija de puta. pobre, hija de lenin. comunista, hija de satanás. hija de la gran puta. me dice: voy a mear en tu cara, zorra. y también me dice: voy a abrirte el culo. yo no levanto la cabeza del suelo, no me giro para mirarle a los ojos. yo sólo sigo adelante, como si no me importara. como si no fuera conmigo, como si estuviese sorda, como si estuviese muda y ciega, como si no fuera mi cara, ni mi culo, ni mi madre. los hijosdeputa de la s.o.i.a. no me enseñan kunfú, no me dan katanas. no sé si se nota, pero quiero ser la mamba negra, tener katana, y cortar pollas de nazis.

más tarde quedo con marco testa y le cuento lo que ha pasado. no es el tipo de cosas que quieres contarle a alguien que te gusta. no te gusta decir que te paralizas, que te quedas inmóvil. él me dice: mírame, dani, a partir de ahora nos defenderemos. me gusta que diga mi nombre.

recuerdo todo esto mientras tomo una light en ercolano. espero la llamada de roberto gavazza. una pareja de españoles desayuna tres mesas más lejos. hablan alto y están haciendo planes. la gente hace planes con su vida. miro a los españoles, él parece simpático y le sonrío. quiero acercarme a ellos y hablar de cosas que no me importen, pero no puedo. nadie debe saber de dónde vengo.